miércoles, 16 de septiembre de 2009

Segunda parte de "El fantasma"

Con un ruido inesperado, una explosión de risas y aplausos, la puerta al pie de la escalera se abrió y cerró. La niña oyó unos pasos que subían y unas voces que se acercaban. Era el tío Timothy, quien golpeaba la puerta entreabierta.
-Pasen - gritó, contenta.
Junto al tío se hallaba un hombre de mediana edad, de expresión tranquila y cabello gris. ¡Al fin el tío había traído un médico!
-Aquí tiene a otra de sus pequeñas admiradoras, señor East - dijo el tío Timothy.
¡El señor East! De pronto comprendió que había esperado verlo llegar envuelto en una capa, con el cabello empolvado y finos ropajes. Su tío sonrió ante su cara de sorpresa.
-No lo reconoce, señor East - señaló.
-Por supuesto que lo reconozco - dijo valientemente la niña y se incorporó, sonrojada por la excitación y la fiebre, los ojos brillosos y el cabello revuelto.
En efecto, empezó a ver cómo el renombrado héroe del escenario y el hombre del rostro bondadoso se unían como en un mismo retrato. Allí estaba el suave movimiento de la cabeza, la barbilla... ¡Claro! Y los ojos, ahora los veía con detenimiento.
-¿Por qué lo estaban aplaudiendo? - preguntó.
-Porque les prometí que les daría un susto mortal - respondió el señor East.
-¡Oh! ¿Cómo?
-El señor East - aclaró el tío Timothy- se va a disfrazar como nuestro viejo fantasma ya desaparecido y nos va a proporcionar un rato verdaderamente escalofriante allá abajo.
-¿De verdad? - exclamó la jovencita, con la ansiedad que sólo puede contenerse en la voz de una niña-.¡Ay! ¿Por qué me enfermé, tío Timothy? No estoy enferma. ¿No se nota que ya estoy mejor? Me he pasado el día en cama. Estoy prefectamente bien. ¿Puedo bajar, querido tío..., por favor?
Ya casi había salido de la cama, por el entusiasmo.
-¡Bueno, bueno, pequeña! - la tranquilizó el tío. alisando las sábanas con rapidez y tratando de cubrirla.
-Pero ¿puedo?
-Por supuesto, si quieres que te asuste en serio, te aseguro que te daré un susto tremendo - empezó a decir Percival East.
-Oh, si, claro que quiero - gritó la niña, saltando en la cama.
- Volveré para que me veas cuando este disfrazado, antes de bajar.
-¡Ay, por favor, por favor! - exclamó, radiante, la pequeña.
¡Una representación privada, sólo para ella!
-¿Estará de veras horrible? - preguntó riendo.
-Todo lo que pueda - el señor East sonrió y siguió al tío Timothy, que ya salía del cuarto-. ¿Sabes? - dijo, volviéndose antes de cerrar la puerta y mirándola con burlona seriedad-. Creo que estaré bien espantoso. ¿Estás segura de que no te importará?
-¿Importarme?...¿Tratándose de usted? - rió la niña.
El señor East salió de la habitación, cerrando la puerta tras de si.
-Tralalá, tralalá - tarareó contenta la pequeña y volvió a meterse entre las sábanas, las estiró sobre su pecho y se puso a esperar.


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